El verdadero entusiasta del fútbol sabe que el flechazo puede aparecer en un Rumanía-Suiza cualquiera de la primera fase. El partido de tu vida te aguarda en el recoveco más inesperado de la Eurocopa, emboscado a la vuelta del calendario. Por lo que pueda pasar, conviene no perderse ni uno, como en aquellas noches de juventud en las que, sin mucho entusiasmo, aguantabas de farra por si de pronto surgía la chispa que convertía una velada insípida en una noche inolvidable que recordar toda la vida.
Nadie esperaba ya a Diego Armando Maradona en 1994, cuando apareció para un último baile en el Mundial de Estados Unidos. Tampoco se esperaba que el resurgir fuera tan breve y el final tan abrupto. Después de resucitar contra pronóstico, Maradona tuvo que salir del Mundial por la puerta de atrás, dejando una frase dolida e histórica: "Me cortaron las piernas".
Habían pasado doce minutos de la una de la tarde del 22 de junio de 1986 en Ciudad de México cuando Héctor Enrique recibió el balón en la banda derecha, dentro de su propio campo, a unos 15 metros de la línea divisoria. Con el 12 en la espalda de su elástica azul, Enrique controló el balón y dribló al inglés Peter Beardsley, en un regate hacia atrás buscando campo abierto.
Uno de los protagonistas del Mundial recién inaugurado y que más expectación despierta no viste la camiseta de ninguna selección ni marcará gol alguno, aunque su actuación puede resultar igual de decisiva. Pase lo que pase sobre el césped, gane quien gane el Mundial, sea quien sea el máximo goleador, el torneo quedará inevitablemente marcado por tres siglas: VAR.
Cuentan los entendidos que no ha existido un Mundial como el de 1970, por calidad, emoción, colorido y variedad de propuestas futbolísticas. El torneo que terminó de consagrar a Pelé ofreció la tensión entre el fútbol clásico y el que estaba naciendo. Todo ello deparó momentos vibrantes, entre los que destacan dos goles que nunca existieron y la parada más memorable que se recuerda.
En el contexto de una dictadura que hacía desaparecer opositores diariamente, se disputó en Argentina el Mundial de 1978, un capítulo bochornoso en el libro de historia del fútbol. "Sabía lo que pasaba con los que gobernaban, pero no imaginaba esa crueldad con los desaparecidos", se justificaría años después César Luis Menotti, seleccionador argentino desde 1974 hasta 1982.
Fue una estrella pop cuando los futbolistas no eran más que futbolistas. Fue el primer jugador mediático, pionero en codearse con la beautiful people y en aparecer en las páginas del corazón a las que ahora asoman con soltura Ronaldos y Beckhams. Fue un tipo ingenioso, siempre con una frase ocurrente en los labios cuando había un micrófono delante.
-¿Cuántos hijos tiene usted?
-Tengo entendido que cuatro, dos acá [Cádiz] y dos en Los Ángeles, California.
La respuesta de Mágico González, en una jugosa entrevista de Cayetano Ros para el diario El País en 2003, define bastante bien a un personaje del que se han dicho muchas cosas, de modo que ya resulta casi indistinguible la historia de la leyenda.
En estos dos días de descanso previos a las semifinales, de repente he caído en la cuenta de que solamente quedan tres partidos de Eurocopa, y me ha embargado la nostalgia. El sentimiento es similar al que te invade cuando quedan pocos de días de vacaciones y eres incapaz de disfrutarlos plenamente, asfixiado por la certeza de la inminente vuelta a la rutina.
Se acabó la aventura. Hace dos años, en Brasil, preferimos pensar que se trataba de un paréntesis, como cuando termina una relación y vas contando por ahí que os habéis dado un descanso, mintiéndote a ti mismo, confiando en que la cosa se arregle. El principio de la Eurocopa invitó a perseverar en el autoengaño: un gol de Piqué que nos recordó a Maceda en París (pero sin Schumacher y sin José Ángel de la Casa con la voz quebrada) y una maravillosa exhibición de Iniesta frente a Turquía parecían sugerir que la chispa aún estaba viva.
“El mejor de la Quinta es Martín Vázquez”. Esta frase la repetían los entendidos durante aquellos años ochenta en que el Madrid ganaba Ligas sin parar y fracasaba una y otra vez en su asalto a la Séptima. Salvando las distancias, Martín Vázquez era una especie de Guti: un futbolista de una clase excepcional al que los entrenadores no acababan de encajar, un talento singular que solía desesperar al impaciente Bernabéu.
Cómo pensar entonces, en aquella tarde fría y soleada, que aquello no era un final más, de esos que acostumbrábamos de cuando en cuando, sino el final definitivo, fundido a negro, títulos de crédito y si te he visto me acuerdo lo justo. Cómo imaginar que después de ese abrazo a medias sólo quedaría el hola y el qué tal te va, el cuánto tiempo y el tenemos que quedar algún día, el qué bien te veo y el ya te llamo si eso.
Volví a ver hace poco aquel extraordinario partido entre Real Madrid y Snaidero Caserta, con Drazen Petrovic y Oscar Schmitz enzarzados en un duelo salvaje, como dos pistoleros del Lejano Oeste. El croata se fue hasta los 62 puntos, mientras que Oscar se tuvo que conformar con 44. Ese día ganó el Madrid la Recopa, pero cuentan que allí mismo, en Atenas, empezó a perder la Liga, toda vez que el vestuario saltó por los aires, harto del protagonismo de Petrovic, aunque habrá quien argumente que el arbitraje de Neyro también tuvo algo que ver.
"Las familias han creído durante mucho tiempo que algunas autoridades intentaron tergiversar los hechos para culpar a los aficionados de lo ocurrido. Tenían razón". Las palabras pronunciadas el pasado miércoles por David Cameron, primer ministro británico, tras ver definitivamente la luz un informe independente sobre la terrible tragedia sucedida en...
Se quejaba Nick Hornby, en un pasaje de su imprescindible novela autobiográfica Fiebre en las gradas (1992), de que la gente que sólo lo conocía en su vertiente futbolera le preguntaba casi con monosílabos qué tal iba su Arsenal, volviéndose de inmediato para hablar con otro interlocutor de la vida en general, como si ser un ferviente hincha de un club de fútbol lo inhabilitara para ser capaz de sostener una conversación sobre cualquier asunto medianamente serio.
Dream Team sólo ha existido uno. Aquel imponente equipo de baloncesto, formado por Michael Jordan , Magic Johnson , Larry Bird , Charles Barkley , Karl Malone , John Stockton , Scottie Pippen , Patrick Ewing y compañía, que participó en los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, es el único y genuino merecedor de tal apelativo.