"Los lunes siempre pienso en cambiar a diez jugadores, los martes a siete u ocho, los jueves a cuatro, el viernes a dos y el sábado ya pienso que tienen que jugar los mismos cabrones de siempre" Cuando uno se levanta con una resaca horrible, cuesta no creer en la existencia de un dios justiciero. Cuando eres joven te ríes de todo eso (de la resaca y de dios), pero con los años las resacas son cada vez peores y la cosa deja de tener gracia.
Llega un momento durante la noche en el que te percatas de que no hay vuelta atrás. No dura mucho, pero por un instante eres perfectamente consciente de que las cartas están echadas y todo acabará en dosis variables de ibuprofeno, arrepentimiento y melancolía. Puede ser a la cuarta, a la quinta o a la sexta copa, dependiendo de la costumbre y el aguante de cada cual.
Hay días en que no estás para nada. Días en los que sientes el peso de la vida sobre cada centímetro de tu piel. Días en los que los recuerdos se suben a tu espalda como una pesada mochila y un puño invisible se agarra a tu pecho dificultándote respirar.
Lo de las mariposas es un asunto ya trillado, hay abundante documentación al respecto (no hay más que hacer una rápida búsqueda en google), pero de lo otro no habla nadie. Quizás sea por pudor, quizás por la falsa ilusión de que si no nombras algo deja de existir.