El verdadero entusiasta del fútbol sabe que el flechazo puede aparecer en un Rumanía-Suiza cualquiera de la primera fase. El partido de tu vida te aguarda en el recoveco más inesperado de la Eurocopa, emboscado a la vuelta del calendario. Por lo que pueda pasar, conviene no perderse ni uno, como en aquellas noches de juventud en las que, sin mucho entusiasmo, aguantabas de farra por si de pronto surgía la chispa que convertía una velada insípida en una noche inolvidable que recordar toda la vida.
Nadie esperaba ya a Diego Armando Maradona en 1994, cuando apareció para un último baile en el Mundial de Estados Unidos. Tampoco se esperaba que el resurgir fuera tan breve y el final tan abrupto. Después de resucitar contra pronóstico, Maradona tuvo que salir del Mundial por la puerta de atrás, dejando una frase dolida e histórica: "Me cortaron las piernas".
Habían pasado doce minutos de la una de la tarde del 22 de junio de 1986 en Ciudad de México cuando Héctor Enrique recibió el balón en la banda derecha, dentro de su propio campo, a unos 15 metros de la línea divisoria. Con el 12 en la espalda de su elástica azul, Enrique controló el balón y dribló al inglés Peter Beardsley, en un regate hacia atrás buscando campo abierto.
El pasado 13 de marzo, la banda Carolina Durante anunció en un tuit que no iba a hacer una canción sobre el coronavirus. Era el día dos antes del confinamiento y la crisis estaba estallando en esos momentos. El mensaje sigue hoy fijado en la parte superior de su perfil. Lo que el grupo no desvelaba es que no necesitaba escribir esa canción porque ya la había escrito.
“Miramos aburridos por el ventanal para inventar una vida en la misma ciudad”. Desde que empezó la cuarentena rondan por mi cabeza estos versos de ‘La noche inventada’, la canción del dúo donostiarra Family. Son ya más de cinco semanas asomados al ventanal, contemplando un mundo al ralentí e intentando barruntar cómo será todo durante los próximos meses.
Después de ganar cuatro Tours (2013, 2015, 2016 y 2017), una Vuelta (2017) y un Giro (2018), Chris Froome conseguía hace unos días su primera gran ronda por etapas, la Vuelta a España de 2011. Lo hizo mientras se recuperaba de las múltiples fracturas sufridas cuando examinaba el terreno de la pasada Dauphiné Libéré.
Aunque Javier Tebas se empeñe en aderezar el espectáculo con ruido enlatado, es al escuchar la jugada repetida, sin aditivos, cuando se entiende mejor. Las crónicas hablarán de un ojo en la nuca o del sexto sentido de Karim Benzema, pero en realidad todo es cuestión de oído. De oído y de compenetración.
Era abril de 2012 en el Bernabéu y el Madrid buscaba una final de Champions que se le llevaba resistiendo una década. Enfrente estaba el Bayern y el asunto se había alargado hasta la tanda de penaltis, donde habían fallado los que tenían prohibido fallar, Ronaldo y Kaká. En la bota derecha de Sergio Ramos descansaba el derecho del Madrid a seguir soñando, pero su horrible golpeo se perdió en el cielo de Madrid, por encima, muy por encima del larguero de la portería de Neuer.
Uno de los protagonistas del Mundial recién inaugurado y que más expectación despierta no viste la camiseta de ninguna selección ni marcará gol alguno, aunque su actuación puede resultar igual de decisiva. Pase lo que pase sobre el césped, gane quien gane el Mundial, sea quien sea el máximo goleador, el torneo quedará inevitablemente marcado por tres siglas: VAR.
Cuentan los entendidos que no ha existido un Mundial como el de 1970, por calidad, emoción, colorido y variedad de propuestas futbolísticas. El torneo que terminó de consagrar a Pelé ofreció la tensión entre el fútbol clásico y el que estaba naciendo. Todo ello deparó momentos vibrantes, entre los que destacan dos goles que nunca existieron y la parada más memorable que se recuerda.
En el contexto de una dictadura que hacía desaparecer opositores diariamente, se disputó en Argentina el Mundial de 1978, un capítulo bochornoso en el libro de historia del fútbol. "Sabía lo que pasaba con los que gobernaban, pero no imaginaba esa crueldad con los desaparecidos", se justificaría años después César Luis Menotti, seleccionador argentino desde 1974 hasta 1982.
Hay un momento en el transcurso de una relación en el que te das cuenta de que todo ha terminado y por delante sólo queda pesar y melancolía, una agonía más o menos larga, más o menos desgarradora. Resulta un instante extremadamente lúcido y a la vez, precisamente por ello, extremadamente doloroso.
Todo empezó, como tantas cosas en esta vida, con una conversación entre dos amigos, con una apuesta que en un principio debió de sonar a fanfarronada. Durante un día de pesca, entre trago y trago, Howard Hawks aseguró a su amigo Ernest Hemingway ser capaz de realizar una gran película con la peor de sus novelas.
Fue una estrella pop cuando los futbolistas no eran más que futbolistas. Fue el primer jugador mediático, pionero en codearse con la beautiful people y en aparecer en las páginas del corazón a las que ahora asoman con soltura Ronaldos y Beckhams. Fue un tipo ingenioso, siempre con una frase ocurrente en los labios cuando había un micrófono delante.
-¿Cuántos hijos tiene usted?
-Tengo entendido que cuatro, dos acá [Cádiz] y dos en Los Ángeles, California.
La respuesta de Mágico González, en una jugosa entrevista de Cayetano Ros para el diario El País en 2003, define bastante bien a un personaje del que se han dicho muchas cosas, de modo que ya resulta casi indistinguible la historia de la leyenda.
En estos dos días de descanso previos a las semifinales, de repente he caído en la cuenta de que solamente quedan tres partidos de Eurocopa, y me ha embargado la nostalgia. El sentimiento es similar al que te invade cuando quedan pocos de días de vacaciones y eres incapaz de disfrutarlos plenamente, asfixiado por la certeza de la inminente vuelta a la rutina.